En 2015, en el seo de Naciones Unidas, nacía una Agenda para el desarrollo sostenible firmada por 193 países cuyo lema es no dejar atrás a nadie. Son 17 objetivos y 169 metas a cumplir para 2030 que nacieron con la idea de lograr transformar el mundo.
Este próximo 2023 el término sostenibilidad cumplirá 40 años dentro de la agenda mundial este, después de que lo introdujese la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU.
La idea era abordar la creciente preocupación por “el deterioro acelerado del medio ambiente humano y los recursos naturales, y las consecuencias de ese deterioro para el desarrollo económico y social”.
Además, introdujo la idea de desarrollo sostenible, que definió como desarrollo que “satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. Ese compromiso generó mucha euforia.
Los grupos ecologistas se preocuparon cada vez más por la pobreza, y las organizaciones benéficas de desarrollo se volcaron con la flora y la fauna. Más tarde, en 1992, el Banco Mundial sacó un informe sobre el Desarrollo Mundial que hablaba con entusiasmo de las estrategias de “ganar-ganar”.
Parecía que la situación con esas medidas daría un cambio drástico. Pero no fue así. Incluso el Banco Mundial reconocería años después que ese informe era “demasiado optimista”.
Y si miramos a la realidad, 40 años después, se puede ver como las emisiones de CO2, principal agente del calentamiento global, se han duplicado desde entonces. ¿Cuál ha sido el problema? Básicamente, que aquella definición de hace 40 años no reconocía que en muchas ocasiones equilibrar la defensa del medioambiente y el desarrollo económico es muy difícil.
Hay algunos países como China e India que están detrás de algunos de los avances más importantes en las últimas décadas en cuanto a desarrollo. Más especialmente, en la lucha contra la pobreza. Pero en esa balanza también hay que incorporar que son, con mucha distancia, las dos regiones que más han contribuido al cambio climático desde entonces.
La razón es que la mitad de la energía que consume la obtienen del carbón, la sustancia más contaminante, pero también más barata, de tal modo que su desarrollo ha sido muy sucio, aunque tremendamente efectivo.
En definitiva, la situación no es fácil, pero es mucho mejor que hace años. Los objetivos ligados a la Agenda 2030 difícilmente se cumplirán totalmente, pero eso no es malo. De hecho, se ha visto cómo desde que se institucionalizó el término sostenibilidad en 1983 se ha abusado de él con mucho optimismo.
Eso ha hecho que prácticamente nunca se hayan cumplido las metas puestas por los representantes políticos. Aunque eso tampoco ha impedido que el mundo este mejor que nunca.